Somos plantas. De esquejes nacemos.
La ignorante savia de nuestros padres corre por nuestras venas.
Durante toda una vida, distintos vientos nos empujan, pero de la misma tierra nos nutrimos.
Y el Sol, pues ahí está, a veces sí, a veces no.
La vida es radical. El Status Quo es inherente a la vida.
Regis Deus Gratia, y también Miserabilis Deus Gratia.
Los
miserables sólo saben
morir como
miserables.
Y no
desean otra cosa, por mucho que, como
miserables que son, se lamenten.
Pero los
reyes no sólo saben
morir como reyes, ellos conocen la vida del vulgo
mejor de lo que quisieran.
Pero
morirán como reyes porque, pues la vida es
radical, no desean otra cosa.
¡Y qué radical parece, quien a
rey aspira! ¡Y quien a
miserable aspira, vaya radical!
Pocos se conocen de esta última especie: S. Francisco de Asís, Simone Weil.
Pocos se conocen también que en
rey se convirtieran.
Normalmente, quien a
rey aspira, no en
rey se convierte, sino en un
vulgar empoderado, como tantos dictadores de Sudamérica de ayer y de hoy, o muchos de nuestros actuales políticos. Nunca llegan a ser
reyes.
Igualmente, quien a
miserable aspira, no en
miserable se convierte, sino en un presuntuoso bo-bo que para o desde el vulgo actúa, pero aún con un poder
magnífico. Como aquel que lo vendió todo para
poder morir viajando, o pintando. O aquel que aún tiene ese colchón. Nunca llegan a ser
miserable.
Como plantas, somos lentos en la reacción, y tan sólo tenemos:
La tierra
local, que tragamos.
Los vientos
temporales, que nos empujan.
Y la luz del
Sol, que nos
guía y
fortalece.
Pero quien
desea aspirar al Sol,
debe dejarse
guiar por Él,
debe
fortalecerse en Él,
y tomar de su
tierra, y de los
vientos,
no más de lo que necesite.
Tanto médico, que nace médico y muere médico.
Tanto gitano, que nace gitano y muere gitano.
Tanto rey, que nace rey y muere rey.
Y tanto miserable, que nace miserable y muere miserable.
¿Es de verdad tan radical, olvidar sus raíces, y llegar a ser quien uno ya es?
La luz calienta, mueve el mundo, y deja ver quién es quién
para aquellos que desean ver.
¿Quién soy yo? ¿Soy mi tierra, y los vientos que tientan mi deseo?
¡No! ¡Nunca fue el universo tan estrecho, hoy tampoco!
Dime, tierra, ¡dime sabia! ¿Quién es el maestro? ¿Quién
conoce a quién?
¿Me conoces hasta determinarme?
¿O soy yo quién
te conoce y te secuestra, y a todos tus ancestros, para crecer hacia la luz?
Decidme, vientos, ¡decidme plantas! ¿Quién es el maestro? ¿Quién
conoce a quién?
Sabéis como nacisteis, y así cómo moriréis, ¿y qué sabéis de mí, cumplo vuestras expectativas?
¿O soy yo quién hacia la luz
en vuestro respiro se mece, y sois vosotros quiénes cumplís las mías?
Conclusión:
Las decisiones vitales suelen ser
radicales, pero las más radicales no sólo carecen de raíz,
sino que a todas alberga y a todas concierne.
Y sólo por las flores se conocen los frutos.