sábado, 17 de febrero de 2018

La vida, sus raíces, y sus flores

Somos plantas. De esquejes nacemos.
La ignorante savia de nuestros padres corre por nuestras venas.
Durante toda una vida, distintos vientos nos empujan, pero de la misma tierra nos nutrimos.
Y el Sol, pues ahí está, a veces sí, a veces no.

La vida es radical. El Status Quo es inherente a la vida.
Regis Deus Gratia, y también Miserabilis Deus Gratia.
Los miserables sólo saben morir como miserables.
Y no desean otra cosa, por mucho que, como miserables que son, se lamenten.
Pero los reyes no sólo saben morir como reyes, ellos conocen la vida del vulgo mejor de lo que quisieran.
Pero morirán como reyes porque, pues la vida es radical, no desean otra cosa.

¡Y qué radical parece, quien a rey aspira! ¡Y quien a miserable aspira, vaya radical!
Pocos se conocen de esta última especie: S. Francisco de Asís, Simone Weil.
Pocos se conocen también que en rey se convirtieran.
Normalmente, quien a rey aspira, no en rey se convierte, sino en un vulgar empoderado, como tantos dictadores de Sudamérica de ayer y de hoy, o muchos de nuestros actuales políticos. Nunca llegan a ser reyes.
Igualmente, quien a miserable aspira, no en miserable se convierte, sino en un presuntuoso bo-bo que para o desde el vulgo actúa, pero aún con un poder magnífico. Como aquel que lo vendió todo para poder morir viajando, o pintando. O aquel que aún tiene ese colchón. Nunca llegan a ser miserable.

Como plantas, somos lentos en la reacción, y tan sólo tenemos:
La tierra local, que tragamos.
Los vientos temporales, que nos empujan.
Y la luz del Sol, que nos guía y fortalece.

Pero quien desea aspirar al Sol,
debe dejarse guiar por Él,
debe fortalecerse en Él,
y tomar de su tierra, y de los vientos, no más de lo que necesite.

Tanto médico, que nace médico y muere médico.
Tanto gitano, que nace gitano y muere gitano.
Tanto rey, que nace rey y muere rey.
Y tanto miserable, que nace miserable y muere miserable.

¿Es de verdad tan radical, olvidar sus raíces, y llegar a ser quien uno ya es?
La luz calienta, mueve el mundo, y deja ver quién es quién para aquellos que desean ver.

¿Quién soy yo? ¿Soy mi tierra, y los vientos que tientan mi deseo?
¡No! ¡Nunca fue el universo tan estrecho, hoy tampoco!

Dime, tierra, ¡dime sabia! ¿Quién es el maestro? ¿Quién conoce a quién?
¿Me conoces hasta determinarme?
¿O soy yo quién te conoce y te secuestra, y a todos tus ancestros, para crecer hacia la luz?

Decidme, vientos, ¡decidme plantas! ¿Quién es el maestro? ¿Quién conoce a quién?
Sabéis como nacisteis, y así cómo moriréis, ¿y qué sabéis de mí, cumplo vuestras expectativas?
¿O soy yo quién hacia la luz en vuestro respiro se mece, y sois vosotros quiénes cumplís las mías?

Conclusión:
Las decisiones vitales suelen ser radicales, pero las más radicales no sólo carecen de raíz, sino que a todas alberga y a todas concierne.
Y sólo por las flores se conocen los frutos.

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